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PASCH Ingurumena Emakunde


Gonzalo Rosillo, alumno de 2º de Bachillerato,  ganador del 2º premio del VIII Certamen de Relatos Camilo José Cela para jóvenes.

El Premio de Relatos Camilo José Cela para jóvenes es un concurso literario  convocado  por la Catedra Camilo José Cela de Estudios Hispanicos de la Universidad Camilo José Cela. Este concurso premia a los mejores relatos cortos (de entre 1.200 y 2.000 palabras) de tema libre, redactados en lengua española. El jurado esta compuesto por el profesorado de la Catedra Camilo José Cela de Estudios Hispanicos de la Universidad Camilo José Cela.

 El fallo del jurado se hizo público el jueves día 19 de mayo de 2016, fecha en la que se entregaron los premios a los ganadores en el salón de actos de la sede de Villafranca del Castillo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid.

 Gonzalo Rosillo presentó un trabajo de tono histórico en el que se recrean en forma epistolar los mas íntimos sentimientos de la reina Juana en su confinamiento de Tordesillas.

 

QUERIDO FELIPE

 

Querido Felipe,

Os escribo de nuevo desde esta prisión a la que mis carceleros tienen la osadía de llamar palacio. Meses atras se llevaron a nuestra hija Catalina para casarla con el rey de Portugal (¡pobre hija nuestra, tan llena de virtudes a la vez que inocente!). Traté de evitar que corriera el mismo destino que su madre, pero su Majestad el Emperador, a quien amasteis mas que a mí, así lo ordena. Hicieron caso omiso a mis plegarias y se la llevaron, condenandola a vivir una vida llena de miseria, desamor y engaño como la que yo viví junto a vos. Pido a Dios que no la condene a la tortura del amor, pues bien sé que de ese martirio no se libera una jamas.

Me encuentro, por tanto, sola entre estas lúgubres estancias, a las que vos, mi señor, me condenasteis. A veces creo que todo puede volver a ser como antes, pero la realidad se impone; no quiero pensar en vos, ni en nada, pero los recuerdos me atormentan. Me acuerdo del momento en que os vi por primera vez, tan apuesto y esbelto; jamas lo olvidaré. Me encontré con vos y el amor sin medida invadió mi alma. Iniciaba por aquel entonces una vida con los mejores augurios, rodeada de gente deseosa de vivir, creo incluso que llegué a ser feliz pues, a pesar de tener que asimilar vuestras costumbres flamencas, tan diferentes a las castellanas, el amor correspondido que sentía por vos era lo único que cobraba importancia en mi vida.

Sin embargo, como bien sabéis, Dios no quiso que viviéramos felices. Me condenó a un estado al que vos y mis amados padres llamasteis locura y yo llamo amor incondicional. Por si fuera poco, soporté las muertes de mis hermanos Juan e Isabel y la del hijo de ésta, Miguel, lo que me causó la desgracia de ser nombrada heredera de los reinos de mis padres. Fue ese, sin lugar a dudas, el origen de muchos de mis males, ya que tras la muerte de mi amada madre vuestra ambición y ansias de poder superaron con creces el amor que confío tuvisteis por mí. Traté de proteger a Castilla de vuestras ambiciones, soporté humillaciones inimaginables para una reina y me afligió vuestro protagonismo proclamandoos rey en Santa Gúdula. Fue en ese momento en el que intentasteis anularme, mi amado e infiel esposo, cuando mi vida se convirtió en un martirio. Sé que mi bien nunca fue posible en detrimento del de mis padres, pero fue el amor, bendito a la vez que endemoniado, el que me impidió frenar vuestras ambiciones. Os nombré rey de pleno derecho, os permití gobernar en Castilla y no me interpuse en vuestras decisiones, jamas lo hice; sin embargo, vos no fuisteis indulgente con mis apremios, que me traicionaban y me siguen traicionando por el inmenso amor que siento por vos.

Tanto mi padre como vos me apartasteis del gobierno de mi reino alegando que la locura me impedía regirlos, pero a mí no me importó, siempre y cuando eso me garantizara vuestro amor. Os lo di todo, todo lo que yo tenía y era, y vos, infiel y adúltero, no quisisteis curar mi mal amandome. Por ello Dios os llevó al infierno mas profundo, donde reina la maldad y la tiranía que tanto se asemejan a vuestra persona. Os fuisteis al lugar que os merecíais, pero os fuisteis sin mí; no peleasteis por vivir ni pedisteis a Lucifer que me llevara con vos; no respondéis a mis cartas y hacéis caso omiso a mis constantes oraciones cuando bien sabéis que necesito de vuestro cariño. Maldito seais, amado mío. Espero que el fuego del Infierno sea, al menos, tan ardiente como el de mi corazón.

Llevadme con vos, os lo ruego. No aguanto mas aquí, rodeada de gentes que me tratan como si fuera una loca poseída. Venid a buscarme, Felipe, por favor. Hace tanto tiempo que no paseo a caballo… tan solo me dejan leer y coser mi ajuar.

¿Pensais acaso que es una vida digna para una reina?  Apenas recibo visitas, nuestros hijos son reyes en diversos lugares de Europa y ni siquiera recuerdo sus caras, pero sí la vuestra amor mío, la vuestra la tengo presente para poder encontraros cuando llegue mi hora. Espero morir pronto para que otros puedan descansar. Mi vida no tiene sentido alguno desde que os fuisteis sin mí y todos me mantienen apartada a pesar de ser la reina de pleno derecho.  Toda mi vida la he pasado a la sombra de los hombres: mi padre, vos, nuestro hijo… Puede ser que no tenga la fuerza de mi madre, pero estoy segura de que si mi madre se hubiera desposado con alguien tan apuesto como vos, tampoco habría sido capaz de regir su reino. Nadie me quiere, Felipe, no tengo familia ni amigos, soy un mero espíritu que deambula por esta carcel de Tordesillas; una reina sin corona, una madre sin hijos y una mujer sin marido.

Maldigo mi existencia y el amor que siento por vos. No comprendo cual es el sentido de mi vida ahora que no os tengo junto a mí. Velo vuestro cuerpo y os hablo, pero nunca respondéis; no tenéis siquiera la decencia de hablarme, a mí que tanto he dado por vos. Vivo ajena a lo que pasa, ni siquiera supe de la muerte de mi padre hasta pasados varios años. Parece que esta maldita torre fuera el limbo y yo me hubiera quedado encerrada aquí hasta el fin de los tiempos. Pude haber sido la reina que unificó los reinos peninsulares, la que continuó la reconquista y llevó la fe verdadera a las gentes del otro lado del océano, la soberana de un Imperio que fuera temido y respetado en Europa y en el resto del mundo, la digna heredera de Isabel de Trastamara. Pero nada de esto fue posible por el amor, ese amor que me desgarra el alma y me impide ser reina siquiera en mi corazón. Me condenasteis a la locura que conlleva este amor desmedido, mi vida pasó a ser vuestra desde el momento que os vi en Lier. O lo era todo para vos o no sería nada.

Por todo esto os pido que intercedais por mí ante el mismísimo Diablo si es necesario. Pedidle encarecidamente que me lleve con vos para poder apaciguar mi anhelo de veros allí donde el fuego hara renacer el amor incontrolable que surgió en nuestro primer encuentro. No me condenéis a seguir malviviendo en esta triste morada donde me dan el trato propio de una yegua y donde las paredes parecen estrecharse cada día mas sobre mi persona. Concededme el placer de volveros a ver, de sentirme vuestra y amada de nuevo. Sin vos no soy nada, Felipe. Mi cuerpo vive,  pero mi corazón se fue con vos, pues siempre fue vuestro. Vos sois rey y señor de mi alma, pero eso nunca os fue suficiente, pues el poder nublaba vuestra mente; sin embargo ahora, que no sois mas que otro condenado, apreciaréis mi amor. Mi amado Felipe, vos erais lo único que me daba fuerzas para seguir viviendo, pero os fuisteis sin mí,  condenandome a este encierro eterno. Sé que me amais, y ahora que estais libre de toda responsabilidad terrenal podremos disfrutar de la eternidad juntos…

          Vuestra siempre,

        Yo,  la reina Juana

                                      Tordesillas, 5 de febrero del año de Nuestro Señor de 1526

 

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